Un día, Erikas Plucas llegó a su casa en Lituania y se encontró con una bebé alce acostada sola y asustada junto a su puerta. ¡Se le partió el corazón! Así que decidió adoptarla pensando que la madre habría sido asesinada por cazadores que habitualmente cazaban por la zona. La alimentaba cada cuatro horas e incluso dormía a su lado.
Poco a poco se forjó una preciosa amistad entre ellos que hizo que el animal consiguiera vencer el miedo para irse a su hábitat natural. El alce se recuperó del todo y hoy vive feliz en el bosque pero cada día regresa a casa de Erikas Plucas para estar con su amigo un buen rato. ¿Quién dice que los animales no son agradecidos?